BLACK MIRROR
Las nuevas tecnologías dan lugar a redes distribuidas en las que las relaciones se establecen de formas más horizontales y “colaborativas”, lo que ofrece importantes ventajas sociales.
Sin embargo, las plataformas digitales que hacen posible este nuevo tipo de relaciones también articulan nuevas formas de control social, mucho más poderosas que las conocidas hasta el momento.
No debemos olvidar que la tecnología nunca es neutra, que siempre está producida y diseñada conforme a determinados intereses, valores o visión del mundo.
Por este motivo, los efectos de un determinado dispositivo tecnológico no dependen únicamente del uso que hagamos de él, sino también—y principalmente—de las lógicas de uso que están inscritas en su funcionamiento.
Con esto en mente, es fácil reconocer que las plataformas digitales que hacen posible la “Sociedad digital” son los sistemas agentes de las corporaciones que las idean, financian, dirigen y extraen beneficio.
El entramado económico y político detrás de estas plataformas determina el ethos que imprimen a las prácticas que habilitan, y en el que irremidablemente nos socializamos cuando las utilizamos.
Sin embargo, los intereses económicos y comerciales—la posibilidad de rentabilizar nuestra atención y nuestros datos a través de la publicidad y la propaganda política—son lo de menos. Más importante aún es el modo en que afectan a nuestra forma de pensar, de relacionarnos y de entender el mundo.
Sin embargo, los intereses económicos y comerciales—la posibilidad de rentabilizar nuestra atención y nuestros datos a través de la publicidad y la propaganda política—son lo de menos. Más importante aún es el modo en que afectan a nuestra forma de pensar, de relacionarnos y de entender el mundo.
El capitalismo cognitivo va más allá de la acumulación económica, precisa además de la conformación de subjetividades a medida de sus necesidades sistémicas.
Hé ahí la “noopolítica”, entendida como “el conjunto de las técnicas de control se ejerce sobre el cerebro, implicando en principio la atención, para controlar la memoria y su potencia virtual” (Lazzarato, 2006).
El control social tiene que ese ejercido antes incluso de que sea percibido, la represión resulta aparatosa y poco eficiente.
Para ello, las actuales plataformas digitales comerciales nos ofrecen atractivas ventajas de adaptación social y gratificación psicológica, a cambio de la sumisión a sus valores y lógicas de funcionamiento.
Para ello, las actuales plataformas digitales comerciales nos ofrecen atractivas ventajas de adaptación social y gratificación psicológica, a cambio de la sumisión a sus valores y lógicas de funcionamiento.
Aparentemente tan solo nos distraen y nos hacen perder el tiempo, pero en el condiciones de vida (Agamben, 2001).
Es decir, condicionan los límites de lo posible, lo imaginable y lo deseable.
Pero el argumento filosófico apunta demasiado lejos como para afectar el modo en que vemos el mundo y estas tecnologías.
Pero el argumento filosófico apunta demasiado lejos como para afectar el modo en que vemos el mundo y estas tecnologías.
La actualización constante de una trepidante realidad tecnosocial, dotada de promesas y atractivos coloniza nuestra atención con mucha más facilidad.
Por eso, las narrativas de ciencia ficción pueden resultar útiles para darnos cuenta de las tendencias actuales en movimiento, al exagerarlas hacen más evidente lo que estaba en frente de nuestros ojos.
Sin embargo, su utilidad depende siempre de la capacidad de la audiencia para ir más allá de la mera observación, del mero pasatiempo, para completar la crítica con la activación de su propio pensamiento.
Por ello me gustaría hablar—y también lo hago a petición de Manuel Fernández, profesor de filosofía—del capítulo de “Nosedive” (Caída en Picado) de la tercera temporada de Black Mirror, en el que se relata un futuro hipotético en el que todas las interacciones sociales están gobernadas por un sistema de puntación que funciona como un perfecto mecanismo de control social distribuido.
Por ello me gustaría hablar—y también lo hago a petición de Manuel Fernández, profesor de filosofía—del capítulo de “Nosedive” (Caída en Picado) de la tercera temporada de Black Mirror, en el que se relata un futuro hipotético en el que todas las interacciones sociales están gobernadas por un sistema de puntación que funciona como un perfecto mecanismo de control social distribuido.
En cada interacción social, los usuarios pueden valorar a otros de 1 a 5 a través de sus teléfonos móviles, y cada persona está asociada a una puntuación general que determina su estatus social.
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